ASERTIVIDAD EN LA COMUNICACIÓN: TE RESPETO Y ME RESPETO

Respetar y ser respetado, la asertividad en la comunicación

En el ámbito de la psicología, muchos psicólogos y psicólogas observan en consulta una dificultad que afecta a personas de todas las edades y géneros: la capacidad de expresarse de manera clara, directa y respetuosa con los demás y consigo mismas/os. Esta habilidad, conocida como asertividad, es fundamental para el equilibrio emocional y el desarrollo de relaciones sanas y auténticas.

La asertividad es mucho más que saber decir “no”. Es la forma en que una persona se comunica respetando sus propios derechos, necesidades y emociones, sin pasar por encima de los derechos de los demás. En otras palabras, implica encontrar el punto medio entre la pasividad (quienes callan o ceden constantemente para evitar conflictos) y la agresividad (quienes imponen su voluntad sin considerar al otro o la otra).

¿Por qué es tan importante la asertividad?

Desde un enfoque psicológico, se sabe que la asertividad tiene un impacto directo en la autoestima, en la gestión emocional y en la calidad de las relaciones interpersonales. Las personas que comunican sus pensamientos y sentimientos con asertividad suelen experimentar menos ansiedad social, menor estrés acumulado y una mayor sensación de autonomía personal.

En consulta, es común que hombres y mujeres expresen frustración por haber guardado silencio en situaciones donde querían opinar, por no saber cómo poner límites o por sentir culpa al expresar sus necesidades. Estas experiencias afectan el bienestar emocional, y muchas veces se repiten en distintos contextos: pareja, familia, trabajo o amistades.

Asertividad no es egoísmo

Una confusión frecuente es asociar la asertividad con el egoísmo o la frialdad. Nada más lejos de la realidad. Ser asertivo o asertiva no significa ser indiferente, sino comunicarse con respeto, tanto hacia uno/a mismo/a como hacia los demás.

Un ejemplo claro es el de una persona a la que le piden asumir tareas adicionales en el trabajo. Si responde de forma pasiva, aceptará por miedo al rechazo. Si responde de forma agresiva, lo hará con enojo o desprecio. En cambio, si responde con asertividad, puede decir: “Agradezco que confíen en mí, pero en este momento no puedo asumir más responsabilidades sin afectar mi rendimiento. Prefiero hacerlo bien con lo que ya tengo a cargo”.

Este tipo de respuesta no solo protege el bienestar emocional, sino que también construye una comunicación más honesta y clara.

Consecuencias de no desarrollar la asertividad

Cuando una persona no ejerce la asertividad, sufre consecuencias que se manifiestan tanto en lo emocional como en lo social. Algunas de las más comunes son:

  • Baja autoestima y sensación de invisibilidad.
  • Culpa constante al expresar opiniones.
  • Acumulación de enojo, frustración o resentimiento.
  • Relaciones desequilibradas, donde uno/a cede y el otro/a impone.
  • Ansiedad por no saber cómo decir lo que se piensa sin generar conflicto.

Estas situaciones afectan tanto a hombres como a mujeres y pueden perpetuarse durante años si no se trabajan conscientemente.

¿Se puede aprender a ser asertivo o asertiva?

Sí. La asertividad es una habilidad social y emocional que puede aprenderse y entrenarse en cualquier etapa de la vida. No es un rasgo de personalidad fijo. A continuación, se presentan algunas herramientas útiles para comenzar a desarrollarla:

  • Reconocer los propios derechos emocionales
    Cada persona tiene derecho a opinar, sentir, pedir, rechazar y decidir sin culpa. Reconocer ese derecho interno es el primer paso hacia una comunicación sana.
  • Usar frases desde el “yo”
    En lugar de acusar con frases como “Tú nunca me escuchas”, se sugiere expresar con frases como “Yo me siento ignorado/a cuando hablo y no recibo respuesta”.
  • Aceptar los desacuerdos como parte de la vida
    Ser asertivo/a no implica que siempre se llegue a un acuerdo, sino que se pueda expresar el propio punto de vista sin temor ni imposición.
  • Observar la comunicación no verbal
    El tono de voz, los gestos y la postura corporal son igual de importantes que las palabras. Una comunicación coherente entre lo verbal y lo no verbal fortalece la asertividad.
  • Pedir ayuda cuando sea necesario
    A veces, los bloqueos emocionales que impiden la asertividad tienen raíces profundas: miedo al rechazo, trauma, baja autoestima. En estos casos, el acompañamiento psicológico puede ser de gran ayuda.
  • Asertividad y respeto mutuo
    La asertividad permite construir relaciones donde el respeto es mutuo. Ni uno/a impone, ni el otro/a se somete. Esta forma de comunicación crea vínculos más auténticos, donde cada persona puede ser escuchada y valorada sin necesidad de ceder su identidad ni su bienestar.

Tanto en la crianza, como en los vínculos de pareja, en entornos laborales o educativos, fomentar la asertividad es clave para prevenir conflictos y fortalecer la empatía.

La asertividad es una herramienta emocional 

Fortalece tanto a quien la practica como a quienes lo rodean. Es la expresión de un equilibrio interior: ni callar por temor, ni gritar por frustración. Es poder decir: “yo te respeto a ti y me respeto a mí”.

Incorporarla no solo mejora nuestra comunicación, sino que también nos permite vivir con mayor libertad, integridad y bienestar emocional. Desarrollar esta habilidad es un acto de valentía y amor propio que transforma profundamente la forma en que nos relacionamos con el mundo.