EL IMPACTO AMBIENTAL DE LA IA: ENTRE LA INNOVACIÓN Y LA SOSTENIBILIDAD

Cuál es el impacto de la IA en el medioambiente

Vivimos en una era marcada por avances tecnológicos sin precedentes, y entre ellos, la inteligencia artificial (IA) destaca como uno de los más transformadores. Desde sistemas que optimizan el diagnóstico médico hasta algoritmos que ayudan a predecir catástrofes naturales o mejorar la eficiencia energética, la IA se ha convertido en una herramienta clave para impulsar el progreso humano.

Además, su papel en la sostenibilidad puede ser muy positivo: por ejemplo, se ha utilizado para monitorear la deforestación a través de imágenes satelitales, mejorar el rendimiento de cultivos con agricultura de precisión o incluso reducir el consumo energético en edificios inteligentes mediante predicciones de demanda. Estas aplicaciones muestran el enorme potencial que tiene la IA para ayudar a resolver algunos de los problemas medioambientales más urgentes.

Ahora bien, ¿sabías que la utilización de la IA también tiene un impacto en el medioambiente?

Aunque suele asociarse con innovación y eficiencia, el desarrollo y uso intensivo de la inteligencia artificial conlleva una serie de consecuencias medioambientales que aún no están del todo visibilizadas. A continuación, te contamos cuáles son los principales efectos negativos de la IA sobre el entorno, con base en datos científicos, así como algunas soluciones emergentes que buscan un equilibrio más sostenible.

CONSUMO ENERGÉTICO Y EMISIONES DE CARBONO

Uno de los impactos más evidentes del crecimiento de la IA es el elevado consumo energético necesario para entrenar y ejecutar modelos complejos. Por ejemplo, un solo entrenamiento de un modelo de lenguaje de gran escala puede generar más de 300 toneladas de dióxido de carbono (CO₂), lo equivalente a más de 120 vuelos de ida y vuelta entre Nueva York y Pekín.

Este consumo se multiplica cuando hablamos de millones de usuarios interactuando con modelos como ChatGPT, asistentes virtuales, traductores automáticos o generadores de imágenes. Según estudios recientes, se estima que para el año 2025, las infraestructuras digitales relacionadas con la IA representarán el 3,2 % de todas las emisiones de carbono del mundo, una cifra comparable a la de la industria aérea.

LA HUELLA HÍDRICA: EL AGUA QUE NO VEMOS

El gasto energético no es el único problema. Los centros de datos que hacen posible el funcionamiento de la IA también requieren grandes cantidades de agua para refrigerar los servidores y mantener temperaturas adecuadas. Cada imagen generada por un modelo de IA puede implicar entre 2 y 5 litros de agua utilizados indirectamente. Solo en una semana de funcionamiento, los grandes modelos generativos consumen más de 200 millones de litros de agua.

A nivel global, la infraestructura de IA podría pronto superar el consumo de agua de países enteros como Dinamarca. Este uso intensivo de un recurso tan limitado como el agua dulce plantea interrogantes serios en un contexto de cambio climático y sequías recurrentes.

EL PROBLEMA SILENCIOSO DE LOS RESIDUOS ELECTRÓNICOS

El hardware necesario para el desarrollo y la ejecución de IA —como las unidades de procesamiento gráfico (GPU)— requiere una enorme cantidad de minerales raros y metales pesados. La fabricación, renovación y desecho de estos dispositivos genera un volumen creciente de residuos electrónicos.

Según una investigación publicada en El País, se prevé que la basura electrónica derivada de la IA se multiplique por 1.000 durante esta década, alcanzando entre 1,2 y 5 millones de toneladas en 2030. Esta tendencia agrava la presión sobre ecosistemas donde se extraen los minerales y sobre los sistemas de gestión de residuos, muchos de los cuales aún no están preparados para tratar estos materiales de forma segura.

IA AL SERVICIO DEL PLANETA: APLICACIONES POSITIVAS

Afortunadamente, no todo es negativo. Numerosos proyectos están demostrando cómo la inteligencia artificial puede ser una aliada del medioambiente. Algunos ejemplos incluyen:

  • Modelos predictivos que anticipan incendios forestales mediante el análisis de variables meteorológicas y patrones históricos.
  • Algoritmos que optimizan rutas logísticas, reduciendo emisiones de CO₂ del transporte.
  • Plataformas de IA que analizan datos del mar para combatir la pesca ilegal o proteger especies en peligro.
  • -Redes neuronales que identifican fugas en sistemas de agua potable, evitando millones de litros de desperdicio.

¿HACIA UNA IA SOSTENIBLE?

La buena noticia es que ya existen iniciativas que buscan reducir el impacto ambiental de la inteligencia artificial. Algunas empresas y laboratorios están desarrollando modelos más eficientes, que requieren menos datos y menos ciclos de entrenamiento. Herramientas como Eco2AI permiten rastrear el consumo energético y las emisiones generadas durante el entrenamiento de modelos, fomentando una IA más responsable.

Además, se están explorando nuevos métodos de refrigeración menos dependientes del agua, como el uso de sistemas por inmersión líquida o ubicaciones geográficas con temperaturas más frías, lo que reduce la necesidad de energía adicional para enfriar los servidores.

ENTRE LA PROMESA Y LA RESPONSABILIDAD

La inteligencia artificial es una de las tecnologías más prometedoras del siglo XXI, con capacidad para transformar todos los aspectos de nuestra vida, incluida la lucha contra el cambio climático. Pero también es una tecnología con una huella ecológica significativa, que no puede ser ignorada.

Como sociedad, tenemos la oportunidad —y la responsabilidad— de impulsar una IA que sea no solo inteligente, sino también sostenible. A través de decisiones informadas, regulación adecuada e innovación con conciencia ambiental, podemos aprovechar sus beneficios sin hipotecar los recursos del planeta.